Enseñar
exige la convicción de que el cambio es posible: No sólo soy objeto de
la Historia sino que igualmente soy sujeto. En el mundo de la Historia,
de la cultura, de la política, compruebo, no para adaptarme, sino para
cambiar. En el propio mundo físico, mi comprobación no me lleva a la
impotencia. El conocimiento sobre los terremotos desarrolló toda una
ingeniería que nos ayuda a sobrevivirlos. No podemos eliminarlos pero
podemos disminuir los daños que nos causan. Al comprobar, nos volvemos
capaces de intervenir en la realidad, tarea incomparablemente más
compleja y generadora de nuevos saberes que la desimplemente adaptarnos a
ella. Es por eso también por lo que no me parece posible ni aceptable
la posición ingenua o, peor, absolutamente neutral de quien estudia, ya
sea elfísico, el biólogo, el sociólogo, el matemático, o el pensador de
la educación. Nadie puede estar en el mundo, con el mundo y con los
otros de manera neutral. No puedo estar en el mundo, con las manos
enguantadas, solamente comprobando. En mi, la adaptación es sólo el
camino para la inserción, que implica decisión, elección, intervención
en la realidad. Hay preguntas que debemos formular insistentemente y que
nos hacen ver la imposibilidad de estudiar por estudiar. De estudiar
sin compromisos como si de repente, misteriosamente, no tuviéramos nada
que ver con el mundo, un externo y distante mundo, ajeno a nosotros como
nosotros a él.
¿A favor de qué estudio? ¿A favor de quién? ¿Contra qué estudio? ¿Contra quién estudio?
¿A favor de qué estudio? ¿A favor de quién? ¿Contra qué estudio? ¿Contra quién estudio?
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